
Banner de la película. / Imagen de médium.com
Cine, Entretenimiento
We need to talk about Kevin, el mal desde el primer nacido
Fernando Roura
4 de Junio de 2021
Durante la historia del cine unas cuantas películas nos han avisado de que los niños pueden no ser esos seres angelicales que muchos adoran.
veces es por un virus, otras por posesiones de toda índole o por ser hijos del señor de las tinieblas, otras simplemente porque el niño sufre malas experiencias pasadas, o también porque a unos desesperados padres se les ocurrió enterrarlo en un siniestro cementerio. Y entre todo esto, muy habitual, sobre todo en los últimos años, las películas que con un giro inesperado nos develan que, por diversos motivos, no había maldad en esos niños o que no eran tan niños. Ahora, We need to talk about Kevin nos anima a entender el subgénero desde una óptica muy diferente y mucho más terrorífica.
No, no hablamos de una película de terror. Al menos no un terror cinematográfico. Tenemos que hablar de Kevin es una radiografía del mal. El ser humano tiende a dar por hecho que, si otro ser humano comete un asesinato, debe haber una explicación detrás de sus actos. Puede que esté loco o puede que no. El caso es que debe haber, a lo largo de su vida, acontecimientos que le han llevado a tan mal destino. Cuando vemos niños que van un poco más allá de la travesura, lo que nos viene a la cabeza es “ay, que travieso es el niño”.
Pocas veces nos paramos a pensar que esa mirada, esa malévola sonrisa, podría ser el mal innato, la perdida de la inocencia desde el primer minuto de vida. Algo inexplicable, pero no por ello imposible. Presuponiendo la inocencia a tempranas edades, se dejan pasar actitudes que, en el futuro, pueden ser fatales. Las mismas familias acomodadas y con tendencia a evadir los problemas ceden ante dicha raíz, no creando monstruos, sino dejando que estos jueguen a su antojo. Sin olvidarnos de otros temas políticamente incorrectos como las consecuencias del miedo a la maternidad y los embarazos no deseados.

Escena de la película. / Imagen de IMDB
Eva, una mujer satisfecha consigo misma, es autora y editora de guías de viaje. Casada desde hace años con Franklin, un fotógrafo que trabaja en publicidad, decide, con casi cuarenta años y tras muchas dudas, tener un hijo. Así nacerá Kevin. Pero, ya desde el principio, empiezan a surgir dificultades.

Escena de la película. / Fuente: Prime Video
Adaptando la novela homónima (que no he leído, por lo que no entraré a valorar como adaptación) de Lionel Shiver, la directora Lynne Ramsay, que también se encarga del guión, construye un estimulante narración que, pese a que al principio (digamos los primeros treinta minutos) puede resultar confusa en sus saltos por los diferentes tiempos (pasado, presente y futuro), debido a los pocos datos de los que el espectador dispone, poco a poco va adquiriendo forma aportando pistas y explicitud en sus intenciones.
Vemos a Kevin nacer y crecer, un ser andrógino dotado de una belleza inquietante. Atención al actor encargado de interpretarlo, Ezra Miller, pues únicamente con su mirada y algunas palabras, sin moverse de una silla, consigue momentos de una tensión asfixiante. Así, los intentos de su madre, interpretada por una no menos excelente Tilda Swinton, por hacerse con su aprecio como hijo a lo largo del metraje, suponen un tour de forcé de emociones e intensidad llevado a cotas muy elevadas. Todo esto apoyado en un tempo narrativo pausado que requiere de paciencia y, sobre todo, ganas de adentrarse en un viaje sin final feliz que, no por esperado, resulta menos interesante de descubrir.
Las sobresalientes interpretaciones de Tilda Swinton y Ezra Miller, la poderosa puesta en escena de Lyanne Rampsay y el modo directo y sin trampas de encarar la posibilidad del mal innato en cualquier ser humano.