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Cultura

El teatro por internet: ¿Su muerte o reinvención para sobrevivir?

Zárate El Califa

22/Enero/2021

Las condiciones actuales con respecto a la pandemia que azota y afecta a todo el mundo han orillado a las artes a quedar en segundo plano, sin embargo, el teatro como una necesidad estética o de entretenimiento se niega a morir y se transforma para adaptarse a las nuevas reglas, sin embargo muchos quedan fuera.

El panorama del mundo con la condicionante del coronavirus a mediano plazo es incierto aún, los especialistas aseguran que nunca volveremos a la normalidad y que tendremos que adaptarnos a una “nueva normalidad” con esto, todos nuestros hábitos de compra, de experiencias como el turismo o entretenimiento ya no serían los mismos de aquí en más, la industria de los cruceros lleva meses completamente suspendida y con riesgo de extinguirse, las tiendas de ropa, juguetes y otros productos no esenciales han ido cayendo y desapareciendo poco a poco, el deporte prescinde de públicos en los estadios, los juegos olímpicos de Tokio peligran con suspenderse definitivamente y el teatro, la víctima más sensible del entretenimiento en vivo también presiente un negro destino. El cine trabajaría con poco público afectando sus ingresos, pero las productoras tienen la opción de las plataformas de streaming, los conciertos, pueden ser transmitidos de diversas formas y plataformas, toda vez que la industria discográfica puede aún darse el lujo de escoger lo que mejor le puede generar dividendos. Pero el teatro no cuenta con esas posibilidades, es distinto seducir al público con un campaña millonaria para ver una película apoyada por productoras multimillonarias que atraer a un público no habitual a ver una puesta en escena, con actores muchas veces desconocidos pero talentosos y profesionales que se dejan la piel en las tablas, porque esa es su pasión, su vocación.
Hoy las circunstancias obligan a los pocos productores de teatro de la ciudad a esforzarse por convencer al otrora monstruo de mil cabezas a poner su atención en una obra representada en vivo o grabada para verla vía una plataforma de las muchas existentes, tras un depósito o transferencia bancaria. Es un poco más fácil, sí, pues el espectador no tiene que salir de casa, no tiene que exponerse a la posibilidad de contagiarse, no tiene que sufrir la posibilidad de lluvia o salir muy de noche del teatro con la posibilidad de ser víctima de la inseguridad, lidiar con el tráfico o con el transporte público. Y aun así es sumamente difícil llevar al público al teatro. Algunas producciones tienen ya un prestigio o un elenco con actores conocidos y una publicidad y recursos para poder hacerse de un buen público que incluso supera el número de butacas del teatro en el que es montada la puesta, lo que garantiza buenas ganancias para la compañía, sin embargo, hay algo que aún no cuadra en el gusto del público asiduo al teatro y menos entre muchos que pertenecen al gremio teatral de la Ciudad de México.

“El teatro por internet no es teatro, hasta que tengo que hacerlo yo” leí a un actor declarar, “Eso no es teatro, es TV o cine” dicen los que se enfocan en criterios técnicos, ignorando unas condiciones en que se encuentra la actividad teatral limitada a 30% de la capacidad de aforo de los recintos habiendo semáforo amarillo y de plano a transmitir las funciones, ya sea por zoom o Facebook live o Youtube privado en el caso de las producciones pequeñas cuando el semáforo es rojo. Muchos grandes creadores que se negaban a hacer este tipo de teatro hoy se ven en la necesidad de compartir su trabajo de esa manera, con las limitaciones técnicas que les da el querer ser fieles a su forma tradicional de ver el teatro, sin la iluminación adecuada para las cámaras, sin el conocimiento de colocación de las mismas ni dirección o microfoneo adecuado.

Es un hecho que el teatro está cambiando y seguirá por esta senda por un tiempo, quizás de años y que el lenguaje escénico también cambie hasta quizás parecerse cada vez más a lo que hacía Cachirulo con su Teatro Fantástico o Manolo Fábregas con Telecomedia o los Televiteatros de Televisa, producciones con calidad para su momento, pero lejos del sabor y el placer orgánico de la cercanía con los actores o el calor y retroalimentación del público.

Es doloroso el momento para el medio ya de por sí golpeado por generaciones, pues el problema no es que desaparezca el teatro ni el que mute a una cosa que no es teatro, ni televisión, ni cine, si no que mientras se consiguen soluciones a corto plazo para quienes tienen recursos y medios, los grandes perdedores son los actores con menos roce o relaciones públicas, los menos conocidos, las producciones pequeñas o las compañías independientes, incapaces de vender al público sus producciones más austeras aunque no necesariamente de menor calidad.

La Ciudad de México es la que mayor actividad teatral registra en el mundo después de Londres aunque no sea la de mayor número de teatros, solo hay 163 junto a los 420 de Nueva York, esto quiere decir que el teatro no requiere de una sala en forma, ni de una iluminación determinada, ni una producción millonaria, hay obras en cafés, librerías, restaurantes, escuelas, plazas y jardines, patios de vecindad e incluso la misma calle ¿Qué podría detener al teatro mexicano de seguir adelante a pesar de todo? ¿Qué detiene a los comediantes de seguir buscando cómo hacer reír? Sólo el tiempo nos dirá si la transformación fue justa o al final el coronavirus acentuó privilegios por encima del talento en el ambiente de las artes escénicas.

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