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Banner de la película. / Imagen de poolpmx.com

Cine, Entretenimiento

Creep, no todo trabajo vale su paga

Fernando Roura

17 de Mayo de 2021

Cada vez que me preparo para ver una película, sigo un concienzudo estudio de cada una de las películas que quiero ver; empiezo por su director y sus trabajos anteriores, guionistas y, por último, actores.

Aún así, siempre dejo unas películas al azar, de las que poco o nada sé, y aunque la mayoría de las veces me encuentro con que no he hecho más que perder una hora y media de mi vida (eso con suerte) de vez en cuando surge una pequeña joyita que no sólo me sorprende gratamente, sino que me puede llegar a salvar un día de maratón por la alegría que supone haberla descubierto. Por suerte Creep fue una de esas alegrías.

Me enteré de que la película resultaba ser un Found-Footage lo que ya me hizo salivar un poco. Entre unas cosas y otras averigüé que Patrick Brice era director, guionista y actor, y esto ya empezaba a despertar mi interés. Siempre he sido un gran admirador de los hombres del Renacimiento, de aquellos hombres que conocían y dominaban diferentes disciplinas, y si bien Patrick Brice conocía las distintas disciplinas aún tenía 80 minutos por delante para demostrarme que además las dominaba.

Desesperado por conseguir dinero, Aaron acepta un trabajo que promete 1000 dólares al día por participar como cámara en un rodaje. En una cabaña perdida en el bosque conocerá a Josef, el sujeto de la película que debe filmar. A medida que avanzaba el día, las cosas se complicarían.

Escena de la película. / Imagen de IMDB


La primera mitad es una gran broma pesada en la que se te escapa una y otra vez una risa nerviosa que intentan aplacar porque en el fondo sabes que está mal, sabes que a pesar de lo divertido de la propuesta existe una incertidumbre que sobrevuela la misma, que te crea incomodidad y un cierto temor a las consecuencias de tu hilaridad. Toda esta incertidumbre se transforma en una absoluta certeza en un momento álgido de la cinta, que no por resultar manido deja de ser escalofriante.

Escena de la película. / Fuente: IMDB


Antes de este momento vivimos un torrente de escalofríos con un buen puñado de escenas notables interpretadas con absoluta maestría por Mark Duplass, destacando particularmente un baño que si bien en un primer momento se puede llegar a pensar en una escena emotiva y llena de dulzura, no pudo resultar más perturbadora. Tampoco pensé nunca que una máscara de hombre lobo comprada en cualquier mercado pudiera resultar tan estremecedora.

En la segunda mitad el tono de la cinta se ensombrece dejando de un lado las risas, virando hacia el tema del acoso, si bien cabe decir que al alejarse de ese espíritu jocoso que envolvía la primera parte, pierde algo de frescura y cae en alguna situación tópica, pero sin tornarse en ningún momento aburrida.

Se brinda un estudio sobre la soledad en la que viven sumidas muchas personas y en las ganas que tenemos de amar y de ser correspondidos hasta el punto de llegar a la situación que nos describe la película, si bien todo ello apoyado en la obvia enfermedad mental que debe de sufrir el protagonista y esto es lo más aterrador del conjunto y es que personas como Josef, con claras tendencias psicopáticas, existen y existirán.

Escena de la película. / Fuente: IMDB


Su comportamiento resulta creíble y esta verosimilitud se ve reforzada con la grabación cámara en mano. La cinta se cierra con un final genial, inesperado y donde confluyen ese tono cómico y aterrador que nos ha acompañado durante todo el visionado, donde nos arrepentimos del exceso de confianza del que muchas veces pecamos al creer que el hombre es bueno para el hombre.

En resumen, Patrick Brice apoyado por un magistral Mark, reinterpreta las normas de lo que debe ser una comedia de terror, muchas de las películas englobadas dentro de este género abusan de recursos cómicos no alcanzando una cuota mínima de terror, pero esta cinta encuentra la medida perfecta.

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